sábado, 29 de octubre de 2011

cuento

Los malos vecinos


Había una vez un hombre que salió un día de su casa para ir al trabajo, y justo al pasar por delante de la puerta de la casa de su vecino, sin darse cuenta se le cayó un papel importante. Su vecino, que miraba por la ventana en ese momento, vio caer el papel, y pensó:
- ¡Qué descarado, el tío va y tira un papel para ensuciar mi puerta, disimulando descaradamente!
Pero en vez de decirle nada, planeó su venganza, y por la noche vació su papelera junto a la puerta del primer vecino. Este estaba mirando por la ventana en ese momento y cuando recogió los papeles encontró aquel papel tan importante que había perdido y que le había supuesto un problemón aquel día. Estaba roto en mil pedazos, y pensó que su vecino no sólo se lo había robado, sino que además lo había roto y tirado en la puerta de su casa. Pero no quiso decirle nada, y se puso a preparar su venganza. Esa noche llamó a una granja para hacer un pedido de diez cerdos y cien patos, y pidió que los llevaran a la dirección de su vecino, que al día siguiente tuvo un buen problema para tratar de librarse de los animales y sus malos olores. Pero éste, como estaba seguro de que aquel
lo era idea de su vecino, en cuanto se deshizo de los cerdos comenzó a planear su venganza.
Y así, uno y otro siguieron fastidiándose mutuamente, cada vez más exageradamente, y de aquel simple papelito en la puerta llegaron a llamar a una banda de música, o una sirena de bomberos, a estrellar un camión contra la tapia, lanzar una lluvia de piedras contra los cristales, disparar un cañón del ejército y finalmente, una bomba-terremoto que derrumbó las casas de los dos vecinos...
Ambos acabaron en el hospital, y se pasaron una buena temporada compartiendo habitación. Al principio no se dirigían la palabra, pero un día, cansados del silencio, comenzaron a hablar; con el tiempo, se fueron haciendo amigos hasta que finalmente, un día se atrevieron a hablar del incidente del papel. Entonces se dieron cuenta de que todo había sido una coincidencia, y de que si la primera vez hubieran hablado claramente, en lugar de juzgar las malas intenciones de su vecino, se habrían dado cuenta de que todo había ocurrido por casualidad, y ahora los dos tendrían su casa en pie...
Y así fue, hablando, como aquellos dos vecinos terminaron siendo amigos, lo que les fue de gran ayuda para recuperarse de sus heridas y reconstruir sus maltrechas casas.





Oscar,
el pingüino
Los pingúinos son mundialmente conocidos por lo elegantes que son. Siempre visten de etiqueta y su andar es estirado y pomposo.
 
Pero había uno que  estaba aburrido de tanta elegancia. Uno con espíritu travieso y colorido. Se llamaba Oscar.
 
Un día estando Oscar mojando sus patitas en el helado mar, notó que flotando llegaba hasta él una hermosa caja. Rápidamente Oscar la abrió y maravillado observó su contenido. No podía creer lo que sus ojos de pingüino veían... ¡la caja contenía muchos frascos llenos con alucinantes colores!.
 
Y Oscar aprovechó la ocasión. Pintó su elegante frac de fuertes azules y amarillos, Su pechera blanca terminó siendo anaranjada con puntos verdes. Se dibujó una corbata celeste y lila y sus pies los pintó rojos con rayas moradas.
 
Oscar resplandecía, porque el sol había salido a iluminar tanto colorido, en la siempre blanca, nevada y helada antártica.
 
Entonces Oscar empezó su triunfal paseo. Los demás pingüinos quedaron asombrados. Reían. Saltaban. Silbaban. Aplaudían.
 
Ese día fue el gran día de Oscar. Por fin, aunque fuera por poco tiempo, era diferente. Y la diferencia, lo hizo feliz. Entonces Oscar cambió su nombre, ahora se llama Arcoiris, porque, aunque volvió a vestir de etiqueta, lleva todos los colores en su corazón.